Si no tuvieras miedo...

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte. Y ella, Julia, como siempre se dedicaba a mirar por su ventana como el cielo dibujaba formas asombrosas bajo su imaginación, pero a diferencia de otras tardes, toda su imaginación se centraba en tomar una única decisión.

Toda su vida se había dedicado a estudiar, ser la hija perfecta y mantener constante una vida sin complicaciones, pero las cosas cambiaron rotundamente aquella tarde del 20 de enero....


Como de costumbre ella había estado todo el día estudiando en la biblioteca, para ella el único lugar donde toda su concentración se alejaba del mundanal ruido, y de igual manera a la misma hora de todos los días recogió sus libros y salió de allí. Y asi fue, por las mismas aceras de siempre, cuando por las calles no quedaba rastro de coche y las calles suspiraban por la falta de paseos, cuando se oyeron tres disparos... inicio de la terrible agonía del que presencia bajos sus ojos el desenlace final. 
Por fortuna o por desgracia Julia presenció como cuatro hombres blancos, cuyos rostros no olvidaría jamás, mataban a un hombre de color. Y presa del pánico y ante un mar de lágrimas en sus ojos, huyó con un sentimiento de opresión en el pecho, sentimiento que no la abandonaría jamás.

Así que allí estaba ella mirando a la ventana, con el corazón comprimido en el puño del miedo y el arrepentimiento, compartiendo en la total soledad cada recuerdo de aquella noche. Su paz atormentada se batía en duelo continuo con la conciencia intentando honrar al olvido, mientras las lagrimas afloraban de sus ojos y por su moral atormentada pasaban todo tipo de decisiones: si iba a la policía corría el riesgo de poner en peligro la vida de su familia, mientras que si no iba estaría condenando a la más profunda agonía a la familia de aquella victima.

Nadie se puede imaginar cuan tortura puede ser el dolor psíquico por el que ella habría cambiado su postura por mil puñaladas en el estomago, pero de nada serviría tomar una decisión tan cobarde.

De cualquier manera el día transcurrió y llegó la noche, aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba, solo habían pasado dos días desde aquel suceso y las horas habían transcurrido demasiado largas para lo que quería que hubiesen sido. Y de la misma manera que el ciego no puede ver, el atormentado no puede dormir, quizás fue ese motivo que decidiese cambiar las sábanas por el ordenador.

Comenzó viendo la crónica del día, y su ojos absorbieron cada una de las palabras de dolor de aquella madre que pedía justicia por su hijo, y otra vez en la sociedad se reflejaron rasgos del racismo, de los mismos que defensores de las razas no dejarían a sus hijos jugar con aquellos niños de distinta piel. 
Y así pasó una semana donde los rayos de luz no llegaban a su triste corazón. y la noche solo la provocaba ese nudo en la garganta con el que solo quería chillar.

Durante esos días fue descubriendo poco a poco la vida de aquella persona ahora fallecida... "Carl Johnson... universitario... dos hermanas pequeñas... nadie podía vengar su muerte, los chicos que lo mataron tras tres tiros huyeron sin ser vistos, y la justicia no podía cumplir los deseos de la familia si no había prueba alguna de los asesinos.  ". 
Cada segundo tenía que fingir normalidad ante las noticias de los medios de comunicación delante de sus padres y los comentarios de sus compañeros de clase, mientras ella en su interior se estaba hundiendo poco a poco bajo su falta de valentía. 

Pero el pozo de la voluntad de Julia fue llenado en el momento en el que  por séptimo día consecutivo vio en un video a la familia de aquel chico llorando su muerte, pero se fijo en algo a lo que no se había atrevido a enfrentar antes, la mirada de su madre, una mirada hundida en la más profunda de las miserias, que pedía ayuda a Dios para que la sociedad que se lo había arrebatado todo hiciera justicia...  

Fue el momento en el que la madre se derrumbo ante la opinión pública  por la perdida del regalo que les había dado la vida, cuando Julia decidió que asumiendo cualquier consecuencia y ante la empatía de quien se ve en el mismo lugar, ella iría a testificar...



Inicio extraido de la novela 'La Regenta' de Leopoldo Alas “Clarín”.