Si me preguntas cual es la
afición de un hombre que sin saber si es joven o viejo sigue viviendo día tras
día encerrado en una habitación de un hospital cualquiera, pues entonces mi
respuesta es soñar. Sueño, y sin saber cómo ni por qué los recuerdos brotan en
mi mente de manera intermitente, llenándolo todo o vaciándolo de repente, porque
no recuerdo nada, pero lo recuerdo todo. Sueño…
Abro los ojos y me encuentro
esperando en las vías del tren mientras observo a la gente de mí alrededor, hay
madres nerviosas esperando a su marido mientras sus hijos juegan entre ellos a
la pelota ajenos de las circunstancias de ese momento, hay soldados que con
sus hatillos se despiden de su familia conscientes de que aquella podría ser la
última despedida de su vida y en el ambiente una tristeza embriaga todo oscureciendo
aún más la mañana lluviosa.
Sigo mirando a mi alrededor
y mientras mi mirada captura todos los momentos, me fijo en
aquella preciosa chica que no deja de sonreír en medio de tanta tristeza, tiene
los ojos oscuros y profundos como la noche y unas piernas kilométricas que se
intuyen debajo de su falda, a su lado, un soldado que se subía al tren. Era
curioso, las despedidas sacan los sentimientos más profundos, pero ella seguía
sonriendo aún cuando el no dejaba de mirarla desde la ventana del vagón, fue en
ese momento cuando pude apreciar su dulce voz: “te estaré esperando siempre,
porque la eternidad es nuestra”. Seguidamente el beso más fugaz, apasionado y
con sentimiento tuvo lugar, y en ese momento preciso me embriaga un calor en el
corazón pero… abro los ojos y me encuentro de nuevo en mi habitación.
Prefiero volver a aquella
estación asi que cierro los ojos y le veo, es el mismo chico de antes pero el escenario ahora es un campo de batalla. Quiero acercarme a él, decirle que todo sigue adelante, que algún día acabará
la guerra, que haga lo imposible por matar a la menor gente posible, que la
culpa es de los poderosos, esos que salen indemnes de todas las situaciones y
que nos utilizan como peones en su juego de ajedrez tratándonos como a la pieza
menos importante del tablero. Pero le sigo mirando, y tengo ganas de chillarle
pero mi voz no alza el vuelo y quiero sacarle de allí, de la destrucción de los
saqueos, de la muerte, pero no puedo.
Doy mi primer paso, pero
cuando quiero acercarme a él alguien chilla mi nombre desde la tiniebla, desde
la otra realidad a la que no quiero volver, y otra vez pasa, me encuentro en el
encierro más profundo observando a esa enfermera que no deja de mirarme con las
pastillas en su mano, no sé por qué pero sin saber quién es me inspira
desconfianza, de cualquier manera me las trago y vuelvo a sumergirme en lo más
profundo de mi ser…
Todo a mi alrededor se
vuelve negro, veo imágenes intermitentes del dolor, de las
heridas, de la muerte, de lo que antes tenía brillo y ahora es como una luz opaca en medio
de la oscuridad. Y me siento tan vacío por dentro... solo veo hambre, pobreza, niños sin padres, parejas en las que ya solo ha quedado uno, veo casas derruidas,
tejados sin cimientos, veo las consecuencias de la guerra y
me siento culpable…
Culpable por haberme dejado
llevar en medio de aquel desastre de vidas quitadas, donde los derechos humanos
perdieron su nombre y solo quedo como único motivo el deseo de aquel que quiso
ser poderoso a costa del todo, de un todo que sacrificó demasiadas vidas en el
camino y que aún sigue siendo el mismo demonio con diferentes disfraces. Y
entonces lo entiendo, por un instante de mi vida entiendo porque no me queda un
solo recuerdo en la mente… los recuerdos me han abandonado, era demasiado duro
seguir…
Y así es como llega la noche
y pasa otro día más. Algunos dicen que tengo alzheimer, yo prefiero llamarlo donante
de recuerdos... recuerdos de esos que invaden tu mente y nunca se llegan a
olvidar, de esos que te rasgan por dentro como un cuchillo y dañan más que las
heridas, de esos que te hacen llorar aún cuando los motivos que los provocaron
están lejos, de esos que te llenan el corazón de emociones, a veces buenas, a veces
malas, pero que te enseñan a vivir. Donante de recuerdos…